viernes, junio 08, 2012

 

ASALTO A CARTAGENA DE INDIAS

Después de tanto tiempo sin escribir hoy quiero dedicar este artículo a una de esas pocas cosas que Arturo Pérez Reverte alaba de los perros ingleses y que es el recuerdo que hacen de todos los héroes que dieron su vida por la patria. Ahí tenemos por ejemplo Trafalgar Square y toda la cantidad de estatuas y monumentos que podemos ver en un paseo por la capital inglesa. Se recuerdan nombres y fechas que para un lego carecen de significado, que supongo que en más de una ocasión ni se nombran en un texto general de historia universal. Pero en cualquier caso ahí están, para que no se olviden. Los españoles por contra desconocemos a todos los valientes que nos han forjado como nación y que nos han traído hasta donde estamos. Supongo que como es mi caso a mucha gente de mi generación nunca le daba  tiempo en sus estudios elementales de alcanzar en la asignatura de historia más allá de la guerra de la independencia y aun así parecía flotar en el ambiente un cierto sentido de culpa por lo mal que lo hicimos. Leyendo y leyendo te encuentras con los desastres de "la armada invencible" y de Trafalgar, del dominio Británico del mar y se te viene el alma al suelo. Hasta que un buen día releyendo artículos de Reverte te enteras de que el famoso Nelson, del que los ingleses dicen que nunca fue vencido, perdió el brazo en un asalto a Tenerife del que tuvo que salir con el rabo entre las piernas. Luego, ¡oh casualidad! Radio cinco todo noticias de RNE emite un mini espacio en el que se habla del asalto británico a Cartagena de Indias en 1741 y entonces me pregunto por qué somos tan ignorantes. Para dar un poco de luz y para llenarme de orgullo patrio voy a contar lo que paso en Cartagena de Indias.
Para ponernos en antecedentes tenemos que recordar que durante el siglo XVIII España estuvo involucrada en multitud de conflictos bélicos, la Guerra de sucesión española de 1701 a 1713 que finalizó con la firma del tratado de Utrecht y en el que puede  considerarse vencedora a Gran Bretaña, ya que se hizo con estratégicas posesiones coloniales y puertos marítimos en el Mediterráneo, como Menorca y Gibraltar, que fueron la base de su supremacía futura y obtuvo cuantiosas ventajas económicas que le permitieron romper el monopolio comercial de España con sus colonias. Además, Gran Bretaña, contuvo las ambiciones territoriales y dinásticas de Luis XIV, y Francia sufrió graves dificultades económicas causadas por los grandes costes de la contienda. Felipe V (Felipe de Anjou) obtuvo el reconocimiento como rey de España y de las Indias por parte de todos los países firmantes, y se establecía una cláusula que prohibía que el rey de España y el de Francia fuesen una misma persona. En el tratado España perdía las posesiones continentales europeas.
Cartagena de Indias desde el siglo XVI hasta finales del siglo XVIII, constituyó el punto neurálgico de la política comercial y de defensa de la fachada atlántica del dominio español en gran parte de América Central y mar Caribe, así como la vía por la que se introducían y salían los productos del Virreinato de Nueva Granada. Las guerras que mantuvo España con Inglaterra, Holanda o Francia durante este periodo, y sobre todo la constante presencia de corsarios y piratas, obligó a establecer un sistema de convoyes o flotas para que los buques pudieran realizar su travesía con unas razonables condiciones de seguridad. Saliendo de Sevilla (y posteriormente de Cádiz) las flotas zarpaban con destino a la Tierra Firme, recalando en la isla Dominica y en el puerto de la Habana. En este último, solían dividirse según su destino, dirigiéndose bien a Cartagena de Indias o a Veracruz. La flota esperaba en Cartagena a que llegase a Panamá la Armada del Mar del Sur que transportaba la plata del Virreinato de Perú, y mientras tanto se celebraba una feria donde concurrían los comerciantes de Santa Fe, Antioquia y Quito. Una vez que llegaban las noticias de la arribada de la flota de la plata, zarpaba para Portobelo donde se celebraba la gran feria anual del comercio. A su regreso las flotas se concentraban de nuevo en La Habana, aunque previamente se volvía a hacer escala en Cartagena.
Desde el punto de vista náutico y militar las condiciones geográficas de la bahía  de Cartagena de Indias proporcionaban un entorno favorable para convertirla en un puerto seguro, numerosas islas bordeadas de arrecifes de coral separadas por estrechos canales y cubiertas de manglares.
¿Cuál fue del detonante del asedio?  Los británicos  y holandeses practicaban el contrabando en América y los guardacostas españoles perseguían ese contrabando. Según los británicos muchos guardacostas practicaban la piratería, llegando a ser calificados por un empleado de la Compañía del Mar del Sur como “los más abominables ladrones de la humanidad”. Los guardacostas habrían “confiscado ilegalmente, o robado”, entre 1713 y 1731, y según queja del gobierno británico, más de 180 mercantes ingleses, muy probablemente contrabandistas. En las costas de Florida actuaba, por aquel entonces, un contrabandista o pirata llamado Robert Jenkins que capitaneaba el Rebbeca, fue interceptado por un guardacostas español, a las órdenes del capitán Juan de León Fandiño. El capitán permitió seguir con vida al pirata y le amputó una oreja; y con la oreja del pirata en la mano, le dijo: “Ve y dile a tu rey que lo mismo le haré si a lo mismo se atreve”. El pobre Jenkins recorrió muchas tabernas londinenses con la oreja en un frasco hasta acabar pronunciando un emotivo discurso en 1738 en la Cámara de los Comunes en el que declaró que siete años antes su barco había sido víctima del pillaje de los españoles en América. A él le habían atado a un mástil y le habían cortado una oreja. Esto enardeció a la opinión pública inglesa y dió lugar a que su Gobierno, presidido por su Primer Ministro Mr. Walpole, declarara la guerra a España, en octubre de 1739, presionado por comerciantes de la City que apetecían la conquista de nuevos mercados.
Inglaterra organizó una formación de guerra formidable. Preparó y armó una magnífica flota de unos 180 navíos, dependiendo de las fuentes consultadas, entre buques de guerra y transporte. Los barcos más importanes de la flota eran 8 navíos de 3 puentes (80 a 90 cañones), 28 navíos de línea (dos puentes y entre 50 a 70 cañones), 12 fragatas (de 40 cañones), 2 bombardas y 130 barcos de trasporte para un total de 23.600 efectivos y 3000 piezas de artillería. Sin lugar a dudas la flota más grande jamás vista.
La flota se puso rumbo a Cartagena de Indias, para tomarla al asalto, era el gran objetivo de los ingleses. La elección de Cartagena como objetivo de la flota británica no fue casual. Respondía a un ambicioso plan para apoderarse en cuatro fases de todo el imperio español de América. Una vez conquistada Cartagena, y con ella Sudamérica, se tomaría Centroamérica y después México. Habiendo quedado así aisladas las islas del Caribe caerían fácilmente. Con semejante despliegue militar  la operación parecía factible. La flota era muy superior a la Invencible de Felipe II que sólo disponía de 126 navíos, y estaba dirigida por el almirante Sir Edward Vernon.
Las defensas de Cartagena no pasaban, en cambio, de 3.000 hombres y 1000 piezas de artillería. Los defensores solo disponían de seis únicos navíos de guerra: el Galicia que era la nave Capitana (70 cañones), el San Felipe (64 cañones), el San Carlos (70 cañones), el Africa (70 cañones), el Dragón (64 cañones) y el Conquistador (64 cañones).
Este pequeño contingente estaba dirigido por hombres decididos a defenderse hasta morir: el Virrey Sebastián de Eslava, Teniente General de los Reales Ejercitos con larga experiencia militar, y bajo su mando, pero en el mar, el celebre General de la Armada D. Blas de Lezo, lobo de mar que ya había participado en 22 batallas y expediciones navales perdiendo la pierna y el ojo izquierdo en Málaga y Toulon y quedándole lisiada la mano derecha en Barcelona. Seguían en la jerarquía el Mariscal de Campo D. Melchor de Navarrete, Gobernador de la ciudad, a cuyo cargo quedó la parte administrativa y el abastecimiento de víveres, y el Coronel D. Carlos Des Naux, Ingeniero militar y Director de obras de fortificación, quien actuó primero como Castellano del Castillo de San Luis de Bocachica y luego como Castellano de San Felipe de Barajas. Aunque con algunas discrepancias de criterio en materia estratégica entre Blas de Lezo y el Virrey los cuatro hombres lograron por fin unificar su acción baja la dirección de Eslava y resistir a pie firme el embate inglés.
El 13 de marzo de 1741 la imponente flota del almirante Edward Vernon llegaba a la bahía de Cartagena. Vernon ordenó las maniobras oportunas para que las naves inglesas situaran sus flancos frente a las defensas de Cartagena. Estuvo bombardeando la ciudad y sus fuertes, y desembarcó luego para tomar algunos de ellos, lográndolo a costa de grandes bajas. El 19 y el 20 de abril ocurrió la acción decisiva, y en ella sus tropas fueron diezmadas ante el fuerte principal, y rematadas en una impetuosa salida de los defensores. Los británicos tuvieron que retirarse a los barcos, desde los cuales siguieron cañoneando en vano la ciudad, mientras las enfermedades hacían presa en ellos, obligándoles a incendiar varios buques por falta de tripulación.
El 9 de mayo, Vernon asumió que era completamente imposible que sus tropas pudieran tomar al asalto la fortaleza de Cartagena de Indias, los disparos de las tropas españolas era una resistencia insalvable para sus fuerzas. Vernon ordenó la retirada, levantar el asedio y volver a Jamaica. Había fracasado estrepitosamente. Tan sólo acertó a pronunciar, entre dientes, una frase: “God damn you, Lezo!”.
Vernon envío una última carta a Lezo: “Hemos decidido retirarnos, pero para volver pronto a esta plaza, después de reforzarnos en Jamaica”. A lo que Lezo respondió con ironía: “Para venir a Cartagena es necesario que el rey de Inglaterra construya otra escuadra mayor, porque esta sólo ha quedado para conducir carbón de Irlanda a Londres.”
Fueron tantas las bajas inglesas, que tuvieron que abandonar numerosos barcos y hundirlos allí mismo por falta de recursos para poderlos gobernar en la mar, no les quedaban suficientes marineros. Hasta el 20 de mayo estuvieron saliendo embarcaciones inglesas de Cartagena.  El fracaso ante Cartagena resultó tan humillante que el rey Jorge II prohibió escribir sobre él. La consecuencia fue que el imperio español se mantuvo en pie casi un siglo más, sin que los ingleses volvieran a amenazarlo seriamente.

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