sábado, noviembre 25, 2006

 

EL PROTOCOLO DE KIOTO

Objetivos

Representantes de los países industrializados elaboraron y firmaron, en Diciembre de 1.997, en Kioto, Japón, un Protocolo por el que se comprometían, una vez que fuese ratificado el proyecto por un número suficiente de países —cuyas emisiones conjuntas de CO2 o equivalentes superasen el 55 % de las emisiones globales—, a llegar entre el año 2008 y el 2012 a una reducción total de sus emisiones de CO2 de un 5,2% con respecto a los niveles emitidos en 1990. El tratado ha sido ratificado por la Unión Europea pero no por los Estados Unidos. Cuando por fin el gobierno de Rusia se decidió a ratificarlo en Noviembre de 2004, después de conseguir que la Unión Europea pague la reconversión industrial, así como la modernización de sus instalaciones, en especial las petroleras, el tratado entró en vigor en Febrero del 2005 (por haberse alcanzado entre los firmantes el 55% de las emisiones globales).
El Protocolo de Kioto se aplica a las emisiones de seis gases de efecto invernadero:
dióxido de carbono (CO2); metano (CH4); óxido nitroso (N2O); hidrofluorocarbonos (HFC); perfluorocarbonos (PFC); hexafluoruro de azufre (SF6).
Los objetivos a cumplir en el tratado original son diferentes para cada país. Así, a los países de la Unión Europea se les permite que se repartan entre ellos las cuotas de reducción, para satisfacer un total de bajada del 8%. El reparto permite que países de este grupo, como España, aumenten sus emisiones en un 15 % (... pero al acabar el 2005 ya eran un 50 % superiores a las de 1990).
A pesar de que algunos países europeos, como España, difícilmente cumplirán lo pactado, es muy posible que el conjunto de la Unión Europea sí lo logre, sin necesidad de aplicar nuevas políticas, ni sufrir nuevos costes (si bien las emisiones del sector transporte han aumentado ya un 20 % entre 1990 y 2001...). Por eso algunos países de Europa son el motor del pacto, ya que es fácil firmar algo cuando no hay que sacrificar gran cosa. En efecto, Alemania, gracias al cierre de industria pesada tras su reunificación con la parte oriental rebajó sus emisiones per cápita de 12,2 toneladas/año en 1990 a 10,5 toneladas/año en 2002; el Reino Unido gracias al paulatino abandono del carbón desde los tiempos de Thatcher y su apuesta por el gas y la energía nuclear, pasó de 10,1 toneladas/año en 1990 a 9,2 toneladas/año en 2002; y finalmente, Francia, gracias a su opción de electricidad nuclear (el 80 % de su producción) pasó de tener en 1990 unas emisiones de CO2 per cápita de 6,7 toneladas/año a tener en 2002 unas emisiones de 6,3 toneladas/año. Sin embargo, las emisiones per cápita de España aumentaron de 5,7 toneladas/año en 1990 a 7,8 toneladas/año en 2002 (fuente: World Resources Institute).
El telón de fondo del apoyo de estos países de Europa al Protocolo de Kioto es la política europea de abandono del carbón como fuente de energía eléctrica, en favor de las centrales movidas por energía nuclear y por gas metano. En efecto, la combustión de gas natural (metano) en las turbinas para la obtención de energía eléctrica emite aproximadamente 370 gramos de CO2 por cada kWh producido, frente a 750 gramos por kWh en las turbinas movidas por carbón. Razón por la cual se denigran las ventajas del carbón, combustible barato y abundante, presentándolo a la población como sucio y anticuado. Apenas se menciona el motivo de la falta de competitividad del carbón europeo frente a los carbones de otros países exportadores, que gozan de minas a cielo abierto, de mucha más fácil explotación.
El problema es diferente con Estados Unidos, país al que se le pedía una reducción del 7 %. En el año 2000, cuando decidieron definitivamente no ratificarlo, sus emisiones eran ya un 18 % superiores a las de 1990. Las fuertes emisiones americanas se explican en gran parte por su baja fiscalidad en los combustibles, especialmente en la gasolina, y porque continúa basándose en el carbón propio como principal fuente energética de producción eléctrica (un 50 %). De esta forma Estados Unidos mantiene su independencia en materia de generación eléctrica mucho mejor que Europa, que depende cada vez más de sus importaciones de gas natural, especialmente de Rusia (y de Argelia, en el caso de España).
Fuera de obligaciones de reducción (aunque también firman el tratado les es suficiente el aplaudirlo) quedan China y la India, Brasil y México, países que, a pesar de la modernización de sus industrias, son los que más aumentarán sus emisiones de carbono en los próximos años, debido al fuerte desarrollo del transporte público y privado. Por poner un ejemplo, cada año en China se construyen unas cien centrales térmicas de carbón con una capacidad total de 75.000 Mw (cifra equivalente a casi dos veces la electricidad punta consumida en España).
Tanto en los Estados Unidos como en Australia, en donde también la importancia del carbón es enorme (produce el 85% de su electricidad y representa el primer producto de exportación), se desarrollan en la actualidad costosos proyectos de investigación (FutureGen y Coal21) con el fin de obtener bajas emisiones atmosféricas de CO2 sin renunciar a su utilización en centrales térmicas, por ejemplo en aquéllas de nueva generación en donde el carbón se gasifica antes de ser quemado en turbinas de ciclo combinado (centrales IGCC). Dos de estas centrales pilotos existen también en Europa, una en Holanda y otra en España (Puertollano). También se desarrollan sistemas de enterramiento geológico del CO2 producido, que de esta forma no llega a emitirse. Uno de los métodos es el de la inyección y secuestro de CO2 en los propios pozos de petróleo y de gas explotados.
A pesar de la controversia y de las dificultades de asumirlo, el Protocolo de Kioto en sí tendrá unos efectos muy modestos. En realidad resulta que sólo por respirar la humanidad emite al año unos 2.500 millones de toneladas de CO2... que es una cantidad considerable, mayor que la disminución requerida en el Protocolo de Kyoto (la reducción requerida en el Protocolo es de poco más de 1.000 millones de toneladas, un 5% de las emisiones de 1990). De hecho, si se llevase a cabo en los próximos años la reducción original pactada, los modelos climáticos estiman que sólo se evitaría con ello una subida inferior a una décima de grado con respecto a la prevista en caso de que no se tomase ninguna medida.

Sumideros

Un aspecto muy polémico del tratado de Kioto es la aceptación de que se aumente la cuota permisible de emisión a los países que lleven a cabo una política de reforestación, calculando la cantidad de CO2 absorbido por los nuevos bosques que actúan como sumideros (un cálculo nada simple, pues depende de muchos factores). Australia, en una hábil negociación, consiguió que debido a su política de reforestación se le permitiera emitir en 2012 un 8 % más que en 1990, a pesar de que este país se encuentra a la cabeza mundial en las emisiones de CO2 per cápita (sin embargo, ni aún así ha ratificado todavía el protocolo).
Todavía más difícil de calcular es la absorción de CO2 producida por otros posibles cambios en los usos del suelo. Una posible contradicción de llevar a cabo una política de reforestación es que debería también tenerse en cuenta que un paisaje con más bosques es en algunos lugares, por ejemplo, en la tundra, un paisaje con menos albedo, es decir, menos reflectante. Por la tanto la disminución de albedo que con los nuevos bosques se produciría en las latitudes altas —y que incrementaría la temperatura de la superficie— es posible que contrarrestara en algunos lugares sensibles el efecto de enfriamiento que ocasionaría la mayor absorción de CO2.

Cuotas

En el protocolo de Kioto también se admite que pueda haber una compraventa nacional e internacional de créditos de emisiones entre empresas, a partir de las cuotas que se fijen para cada país en el Protocolo y que los gobiernos nacionales repartan entre sus empresas. De esta forma, después del reparto, un país que quisiese sobrepasar su cuota de emisión podría comprar parte de la cuota otorgada por ejemplo a Rusia o a algunos países del Este de Europa, y de esta forma emitir más de lo que en principio se le concedía. Ponemos este ejemplo ya que a Rusia, por razón de sus altas emisiones en 1990 —debido a la pervivencia de industrias con poca eficiencia energética— se le otorgaría en principio una cuota superior a la que necesitará utilizar en un futuro próximo con la nueva tecnología ("oficialmente" sus emisiones en el año 2.000 eran casi un 40% inferiores a las de 1990 y en el protocolo se le otorga un permiso de emisión en el 2012 del 100% de las emisiones de 1990). Por otra parte Rusia es un gran exportador de gas natural, combustible favorecido por el Protocolo. Así que será uno de los países más beneficiados económicamente a pesar de que un calentamiento le resultaría beneficioso.

Canjes

Otra complicación del protocolo de Kioto es permitir a los países firmantes que las reducciones de los otros gases de efeecto invernadero puedan también servir de créditos, que se canjeen por las emisiones equivalentes de CO2. Las equivalencias no son fáciles de determinar, debido sobre todo a la diferente duración de vida de los gases en la atmósfera. Por ejemplo el "potencial de calentamiento global" (GWP) del metano es 56 con respeto al del CO2 (GWP del CO2 = 1) en un horizonte de 20 años, pero es 21 en un horizonte de 100 años (que es el que. por ahora, se utiliza en los canjes). Ocurre que el metano tiene una vida media en la atmósfera de corta duración (unos 12 años), por lo que su potencial de calentamiento depende mucho del tiempo que haya transcurrido desde su emisión.
Otros aspectos aún más complicados no fueron recogidos en el Protocolo, como es el de las reacciones entre sí, directas o indirectas, de los diversos gases invernadero en la atmósfera, que hacen variar de forma muy compleja sus vidas medias y, por lo tanto, su potencial de calentamiento.

Conclusión

Finalmente, no se ha establecido todavía ninguna forma de control internacional de las emisiones nacionales, con lo que su ejecución se hace todavía más dudosa.
En Kioto se alcanzó un principio de tratado muy complejo, útil para muchos como slogan político, pero muy vago y nada pragmático y en el que muy pocos países salen perjudicados.
Y quizás lo más paradójico es que, pese al barullo, la temperatura media global en los últimos 15 años ha subido muy poco y de forma irregular.
Tampoco las alarmas continuas del aumento de fenómenos locales extremos como inundaciones o ciclones tropicales parecen significar que se esté produciendo un cambio climático anormal en la historia del clima. Véase, por ejemplo, que en el 2005, año del Katrina, los ciclones tropicales a nivel global no fueron más frecuentes de lo normal. Como globalmente el calentamiento es muy lento y falto de peligro, se echa mano de acontecimientos locales raros y extremos, y la globalización de la información y el catastrofismo de los medios permiten mantener el espejismo de que ahora ocurren con mayor frecuencia que antes.

sábado, noviembre 18, 2006

 

Cómo ahorrar energía al cocinar


Pretender conseguir un ahorro de energía debe ser una constante y abarcar todas las acciones de la vida, también las domésticas. Economizar en casa es un compromiso que cualquiera puede asumir, un compromiso y una medida educativa hacia las futuras generaciones que crecen en el hogar. Por tanto, rebajar las emisiones contaminantes a la atmósfera es un deber de todos los elementos de la casa y, por supuesto, de las cocinas, que pueden ser ahorradoras y contribuir a cumplir con el Protocolo de Kioto.

Por este motivo es importante ahorrar energía mientras se preparan buenos platos. Para ello se ha de aprovechar al máximo el calor de los fuegos, decantarse con frecuencia por la olla a presión, tapar las cacerolas y sartenes, etc.

Según el Instituto para la Diversificación y el Ahorro de Energía (IDAE), el 34% de la energía que se usa en las viviendas españolas se dedica al uso de los electrodomésticos y de este porcentaje un 16% se gasta en los de la cocina, concretamente un 11% del consumo de electricidad y gas natural se utiliza para cocinar.

La verdad es que procurando tener precaución se pueden adoptar hábitos que nos permitan ahorrar energía, sin coste alguno o con un mínimo desembolso en menaje. Lo primordial es tomar conciencia de que cocinando también se pueden tomar decisiones a favor o en contra del uso eficiente de la energía.

Buenos hábitos
Cocer, asar, calentar o freír alimentos son actividades cotidianas en las que lo importante, desde el punto de vista energético, es que se necesita el calor. Hay varias maneras de reducir el consumo energético mientras cocinamos; lograrlo hará además que disminuya la factura eléctrica o del gas natural a final de mes.

Con la puesta en práctica de una serie de consejos que se exponen a continuación es posible ahorrar casi el 30% del consumo:

- Hay que colocar sobre los fuegos siempre recipientes cuyo fondo sea de un diámetro mayor que el fogón. Así se aprovechará al máximo el calor.

- Conviene mantener tapados en todo momento sartenes, cazuelas, cazos y otros utensilios.

- Como norma, se deben descongelar los productos congelados dentro de la nevera. Así se evitará el consumo de energía del horno o del microondas para descongelar.

- Se debe evitar abrir la puerta del horno innecesariamente. Cada vez que se abre se pierde, como mínimo, el 20% del calor acumulado en su interior. Sin embargo, el resultado final del plato es el mismo si se apaga el horno un poco antes de finalizar su cocción: el calor residual se encargará de acabar el proceso.

- Siempre que sea posible es recomendable utilizar la olla express, aún mejor si se trata de una olla super rápida, es decir, sin casi pérdidas de vapor: necesitan menos energía y ahorran mucho tiempo. En todo caso, son más eficientes las baterías de cocina con fondo grueso difusor, que consiguen una temperatura más homogénea en todo el recipiente.

- Si los fuegos son placas eléctricas o de vitrocerámica pueden desconectarse unos minutos antes de que se acabe la cocción, excepto si son de inducción, para aprovechar el calor residual.

- Conviene graduar convenientemente los fuegos. Se ha de reducir el fuego cuando ya hierva el alimento. Una cocción suave mantiene las propiedades nutritivas y ahorra energía.

- Decantarse por el horno microondas en lugar del horno convencional supone un ahorro entre el 60 y 70% de energía y un ahorro importante de tiempo.

- Se puede rentabilizar al máximo la capacidad del horno y cocinar de una vez mayor número de alimentos.

- Para asados y cocciones superiores a una hora no suele ser necesario precalentar el horno.

- Guisar con fuegos y horno de gas natural produce como mínimo un 60% menos de CO2 que el que generaría una central eléctrica térmica para obtener la electricidad necesaria para este uso. En este caso, hay que mantener limpios los quemadores del gas para asegurar una adecuada combustión.

- Hay que dejar enfriar los alimentos antes de introducirlos en la nevera.

Etiqueta energética
Antes de comprar un electrodoméstico se ha de tener en cuenta la etiqueta energética a la hora de decidir. En la cocina, como en el resto del hogar, es recomendable elegir el aparato más eficiente.

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