lunes, octubre 02, 2006

 

HÁBITOS COTIDIANOS QUE REDUCEN EL IMPACTO AMBIENTAL

En la sociedad moderna las demandas de bienes y servicios, desde alimentos a la energía, se satisfacen con consumos determinados que tiene como consecuencia desiguales impactos ambientales. Los españoles demuestran cada día mayor conciencia ecológica, sin embargo, todavía es muy costoso para algunos ciudadanos asumir algunas costumbres que ayudarían a reducir su agresión al entorno.

Todos y cada uno de los gestos cotidianos cuentan: los grifos que se abren, las luces que se encienden... Cada una de las decisiones sobre el transporte y la conducción, la limpieza o el reciclaje deja una impronta en el medio ambiente. Y es que la energía consumida por las familias en España ronda el 15% del total y sus emisiones de CO2 anuales superan las cinco toneladas.

Por tanto, los consumidores, lo primero que tienen que saber es que los recursos son limitados y que algunas pautas de consumo comprometen la sostenibilidad del planeta a largo plazo.

La clave está en el ahorro
La energía y los recursos que no contaminan son ante todo aquellos que no se consumen. Por tanto, la clave está en conseguir el mismo confort gastando menos.

El consumo de energía procedente de los combustibles es muy superior al proveniente de las energías renovables, que por otro lado también tienen un impacto sobre los ecosistemas. Un ejemplo son los molinos eólicos situados en las sierras. Es innegable su efecto sobre el paisaje y la vida natural, sobre todo de las aves.

Así que el gran potencial de cambio que reside en los hogares se basa sobre todo en el ahorro de recursos y combustible. Para lograrlo es importante que las viviendas mejoren su aislamiento contra el frío y el calor, haciendo especial hincapié en las ventanas. La instalación de placas y paneles solares puede contribuir al mantenimiento tanto del sistema de calefacción como del de refrigeración.

Algo tan sencillo como tener en cuenta la etiqueta energética a la hora de adquirir un aparato doméstico puede contribuir también enormemente al descenso del consumo eléctrico. Lo mismo que sustituir las bombillas por lámparas de bajo consumo, programar la suspensión de una sesión informática en ausencia del usuario o decantarse por bajar las escaleras a pie en lugar de hacerlo en ascensor.

Un uso más racional del automóvil y los hábitos adecuados en la conducción (velocidad moderada, aire acondicionado a una temperatura no inferior a 21º, el motor a menos de 3.000 revoluciones...) ayudan también a rebajar las emisiones contaminantes a la atmósfera puesto que ahorran carburante. Compartir el coche y contemplar el transporte público como alternativa eficiente son otras ideas que pueden ponerse en práctica.

El agua es un bien cada vez más preciado en un país en el que ya no es novedoso hablar de sequía. Para ahorrar en el consumo del líquido elemento pueden instalarse grifos dotados con sensores o pulsadores para limitar al máximo el uso del agua que se va a necesitar. También hay sistemas capaces de reducir la presión a la mitad.

Reciclar, una forma de reparar
Reciclar envases, ropa, papel y cartón, el aceite doméstico usado y un largo etcétera es otra de las mejores maneras de reducir el impacto ambiental, un asunto preocupante para el futuro y que está en la mano de todos sortear. En definitiva, se trata de aminorar el consumo de los recursos naturales que son parte indispensable de los distintos procesos de producción.

Datos recientes del Ministerio de Medio Ambiente advierten de que en cada casa se genera alrededor de una tonelada y media de basura al año. La eliminación correcta y selectiva de los residuos es una forma de prolongar la vida útil de los productos desechados.

El reciclaje de papel en España supera al año dos millones de toneladas. Esto significa una disminución en la tala de árboles y que se gaste un 65% menos de energía. La reutilización y el reciclaje de la ropa todavía son incipientes. Cada año se tiran más de 100.000 toneladas.

Por último, repoblar los terrenos baldíos y evitar los incendios es el modo de restablecer la cada vez más habitual pérdida de cubierta vegetal debido a la inadecuada explotación de los recursos naturales. Según un informe del Consejo Nacional de Bosques en España, cada año se producen cerca de 20.000 incendios forestales, en su gran mayoría provocados por la acción humana. Muchos descuidos pueden originan un fuego como, por ejemplo, arrojar colillas, cristales u otros materiales susceptibles de prender una llama.

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