lunes, marzo 17, 2008

 

BIOCOMBUSTIBLES. ¿SOLUCIÓN O PROBLEMA?

La creciente demanda de biocombustibles está aumentando el precio de los alimentos a nivel mundial y contribuyendo al calentamiento global ya que en varios países se están talando bosques para cultivar biocombustibles.
Diariamente 820 millones de personas en el Mundo pasan hambre. Los precios de los alimentos están aumentando a escala mundial. El Programa Mundial de Alimentos de la ONU, advirtió en un informe que el alto precio afectaría su capacidad de proveer alimentos en emergencias. ¿La reacción de los países ricos? ¡Quemar comida! Los países ricos cada vez consumen más biocombustibles, tipos de alcohol hechos de productos vegetales, que son utilizados en vez de la gasolina. Los gobiernos y medios de comunicación intentan vendernos los biocombustibles como la repuesta perfecta al calentamiento global. En realidad, es tanta la tierra utilizada para cultivarlos, y la energía para producirlos, que terminan causando más problemas de los que resuelven y aumentando el precio del maíz, trigo y otros alimentos esenciales para los países pobres. No todos los biocombustibles son malos, pero la falta de legislación y normas internacionales agravan la crisis alimentaria sin atenuar siquiera las consecuencias del cambio climático. Con los estándares actuales, llenar un tanque de gasolina requiere una cantidad de maíz que podría alimentar a un niño durante un año. Algunos biocombustibles son más eficientes, como es el caso de la caña de azúcar en Brasil, y han habido muchos avances tecnológicos para utilizar deshechos como combustibles. El problema es que EEUU y Europa han establecido objetivos para el uso de biocombustibles sin diferenciar los buenos de los malos. Los desastrosos resultados de estas políticas se han sentido por todo el Mundo, ejemplo de ello es la deforestación en Indonesia para cultivar aceite de palma para la UE. Las reservas mundiales de cereales han bajado a un nivel peligroso. Mientas tanto, los gobiernos de los países ricos pueden ponerse la etiqueta de ‘ecológicos’ sin admitir que la verdadera solución es conservar energía, y las grandes multinacionales se llenan los bolsillos. Lo que hace falta son normas internacionales que inciten al desarrollo de biocombustibles sostenibles de segunda generación y distingan entre buenos y malos biocombustibles. Debemos exigir normas internacionales para los biocombustible. No se trata solo de biocombustibles. Se trata de principios. Ya es hora de que se pongan los seres humanos por delante de los intereses económicos. En las palabras de un sabio del siglo XXI: “ No entiendo que se use comida para hacer combustible, mi coche no es más importante que un niño hambriento” .

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